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Apretaarse el cinturon, y 2.

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Escribe/ Eduardo Garcia Michel

Al entrar el siglo XXI el mundo cambió de improviso. La destrucción de las Torres Gemelas
en 2001, en Nueva York, introdujo un derrotero insospechado y multiplicó las
incertidumbres. La guerra irregular se convirtió en pesadilla.


En 2008 surgió una crisis financiera internacional que conmovió la economía mundial. El
Fondo Monetario Internacional pasó a fomentar el endeudamiento en vez de restringirlo,
a apoyar la expansión del gasto público en vez de limitarlo. De apretarse el cinturón se
dejó sin hebillas. El endeudamiento se generalizó. La liquidez internacional se expandió sin
cortapisas. Las tasas de interés se desplomaron. Y el prestigio de las monedas de reserva
cayó, dando lugar a reclamos de cambios en el patrón monetario internacional.
Como si fuera poco, a partir de 2019 se desató la pandemia del covid.
En general, esos fueron acontecimientos fundamentales con los que tuvieron que bregar
los gobiernos de Hipólito Mejía (2000-04), Leonel Fernández (2004-12), Danilo Medina
(2012-20), y Luis Abinader (2020-). En todos esos años se logró consolidar el crecimiento
económico, subordinado a un patrón de endeudamiento que no ha cesado.
En el gobierno de Hipólito Mejía la contracción mundial coincidió con el arrastre de una
débil supervisión bancaria interna que hizo invisible los faltantes y devino en crisis
cambiaria y bancaria. El rescate financiero que se produjo, junto a emisiones de títulos del
organismo monetario que se han ido prolongando hasta nuestros días, han conformado
una deuda cuasi fiscal que actúa a modo de lastre sobre el devenir económico.
En ese período se logró la aprobación de la ley monetaria y financiera que prohíbe el
financiamiento del Banco Central al gobierno y somete las operaciones bancarias a mayor
escrutinio y vigilancia. Se despolitizó el precio de los combustibles. Se aprobó la ley de
seguridad social. Y se inició la carrera de colocación de bonos soberanos.
El gobierno de Leonel Fernández (2004-12) se vio impulsado a responder a las condiciones
críticas creadas por la recesión internacional. Encontró respiro con la autorización
sobrentendida del FMI de expandir el déficit a niveles no recordados. En el área de
reformas promulgó la constitución de 2010. Y leyes sobre el control de la función pública y
de los mecanismos de auditoría y vigilancia.
En el mandato de Danilo Medina (2012-20) la reforma de mayor impacto fue entregar el
4% del PIB a la educación primaria y extender la tanda continua. El énfasis se puso en la
disponibilidad de recursos, no en el aprendizaje. También fue emblemático el
establecimiento de relaciones diplomáticas con China.

En el gobierno de Luis Abinader, con tres años recién cumplidos, se destaca el manejo de
la pandemia del covid con niveles de letalidad entre los más bajos del mundo, las
disposiciones adoptadas para asegurar la independencia del poder judicial y el
compromiso de luchar contra la práctica de la corrupción.
Los gobiernos que hemos tenido en este siglo XXI se han mostrado impotentes para frenar
el déficit y el endeudamiento desligado de la inversión pública. A pesar de la expansión de
la deuda no se han podido resolver problemas fundamentales. El endeudamiento actúa
como morfina que evita asumir el costo político de las reformas necesarias.
En algún momento tendremos que abocarnos a ejecutar una reforma fiscal y cuasi fiscal
que ajuste la hebilla del gasto a niveles compatibles con el ingreso, a la par que lo dote de
mayor racionalidad. A eliminar las pérdidas y consolidar un sistema eléctrico eficiente y de
calidad.
Tendremos también que retocar la ley laboral para dar flexibilidad al mercado de trabajo y
eliminar el sesgo existente que estimula la contratación de inmigrantes ilegales. Modificar
la ley de seguridad social para separar pensiones del área de salud y convertir a ambas en
más funcionales. Invertir adecuadamente los recursos del 4% del PIB para la educación.
Asimismo, ordenar el territorio antes de que termine de desaparecer lo que necesita ser
ordenado.
Y enfrentar taras descomunales que desdicen del nivel de crecimiento que hemos
alcanzado: impedir que grupos humanos se instalen en lugares vulnerables; recoger la
basura y castigar a quienes la esparcen sin rubor; terminar con el ruido apabullante que
interfiere con la capacidad de pensar, razonar, crecer espiritualmente. E imbuir al
ciudadano la idea de que vivir en sociedad implica el cumplimiento de reglas y aplicar con
dureza las sanciones a quienes rehúsen observarlas para que dejemos de andar como
chivos sin ley.
En algún momento habrá alguna sacudida en el escenario internacional. Se producirán
cambios dramáticos en las reglas del juego, amparados en la emergencia de nuevos y
potentes actores y en la fragilidad con que se desenvuelven los mercados de dinero y de
divisas. Cuando eso ocurra ojalá que

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